lunes, 16 de febrero de 2009

EL BARRIO DE SANTA ANA



Aún tranquila y apacible, ideal para resguardarse de los rayos solares bajo las ramas de los árboles o disfrutar del fresco de las noches estrelladas, la plazuela de Santa Ana, que emergió como vértice de una población maya prehispánica, trata de mantenerse ajena a las bruscas transformaciones de la ciudad. Modesto barrio de artesanos y jornaleros durante la época colonial que registró rápido desarrollo a partir del trazo de una calzada desde la Plaza Grande en el siglo XVIII y la construcción de su peculiar templo, el parque de Santa Ana también tiene una historia que contar. En los primeros años del siglo XVIII, el gobernador y capitán general de Yucatán Antonio de Figueroa y Silva mandó trazar una calle derecha desde el entonces Palacio Episcopal (edificio del Ateneo) hacia el norte, engalanada por dos arcos de cantería, de modo que el panorama del barrio de Santa Ana sufrió un cambio radical que aceleró su desarrollo. En 1729, el mismo personaje, a quien apodaban "El manco", mandó erigir el templo de Santa Ana -se presume que sobre un basamento precolombino maya- en el sitio donde estaba ubicada antigua capilla abierta. La obra, que se concluyó en 1733, no la pudo contemplar terminada su promotor, ya que la muerte lo sorprendió en las selvas del oriente del Estado después de combatir con éxito a los corsarios de Belice. Una placa de piedra colocada en la fachada principal exterior del recinto, con inscripción en castellano antiguo, indica que allí reposan los restos mortales de su constructor.
Con respecto a la evolución que sufrió el barrio de Santa Ana, en el capítulo "La invención y evolución de Mérida: siglos XVI, XVII y XVIII", del libro "Mérida el azar y la memoria", los antropólogos José Fuentes Gómez y Magnolia Rosado Lugo comentan lo siguiente: "En lo que entonces era el extremo norte de la ciudad, se erigió de 1729 a 1733, por deseo del gobernador y capitán general Antonio de Figueroa y Silva, la iglesia de Santa Ana, para llegar a la cual se abrió un paseo que iba de Santa Lucía a ese punto, con sendos arcos -demolidos en el siglo XIX- en sus extremos. Aunque no aparece en los registros históricos, antes de 1600 Santa Ana probablemente formó parte de Santa Lucía y en esa parte se cultivaban muchos solares con frutas y hortalizas para el consumo de los vecinos de Mérida. Desde 1733 tuvo una iglesia de cal y canto mandada a edificar por deseo del gobernador y capitán general Antonio de Figueroa y Silva y se abrió una calzada para comunicarla con el casco central". Una cita del trotamundos Juan Federico Maximiliano Waldeck -Barón de Waldeck- en su visita a Mérida, en 1834, que aparece en el libro "Visiones de Mérida 1542-1942", precisa que en esa época la ciudad tenía 37,801 habitantes, de los cuales 3,984 vivían en el suburbio de Santa Ana, lo que da una idea del conglomerado humano en esa parte de la urbe. Sobre el tipo de población que tenían algunos de los antiguos sectores de la ciudad, en el mencionado libro "Mérida: el azar y la memoria", el Lic. Jorge Bolio Osés, en su capítulo "Mérida y su centro histórico: una relación conflictiva", indica: "Los suburbios de la ciudad se destinaron a diferentes etnias y estratos ocupacionales de población no española (jornaleros, campesinos, que trabajan para el encomendero, artesanos, etc.) Algunas de estas áreas, como Santiago, Santa Catarina, San Sebastián, Santa Ana, San Cristóbal y Santa Lucía, dieron origen a barrios habitacionales que se desarrollaron principalemente durante los siglos XVII y XVIII".

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